jueves, 25 de mayo de 2017

LA FUENTE DE APOLO


Fue una de las divinidades principales de la mitología greco-romana, uno de los dioses del Olimpo. Era hijo de Zeus y Leto, y hermano mellizo de Artemisa, y posiblemente después de Zeus fue el dios más influyente y venerado de todos los de la Antigüedad clásica.


De todas fuentes existentes en el Paseo del Prado, esta es la más desconocida.
Primera en popularidad es La Cibeles, la segunda es Neptuno, y la tercera es la que hoy nos ocupa, la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones.


Debido a la importancia del proyecto, en su ejecución participaron y compitieron diversos escultores. El modelo final se encarga a Manuel Álvarez en 1781, pero no llega a concluir la figura de Apolo, al morir en 1797. El monarca Carlos IV y su esposa aceleraron la ejecución de la obra porque deseaban inaugurar el monumento con motivo de la boda del entonces príncipe de Asturias, y después rey Fernando VII, con María Antonia de Nápoles. Finalmente, la fuente de Apolo se terminó en 1802.


Esta estatua del dios de la música está considerada como una de las mejores obras clásicas erigidas en España por la elegancia en las proporciones y la captación del gesto divino y el equilibrio. Apolo aparece portando una lira y acompañado por las esculturas alegóricas de las Cuatro Estaciones, ya que, como dios del Sol, de él depende el nacimiento y tránsito de las estaciones.

La Fuente consta de dos pilones, con un cuerpo central, con fuentes de las que mana agua de dos máscaras representando a Circe y Medusa. En el cuerpo central están las esculturas de las Cuatro Estaciones. En la parte central el escudo del Oso y  el Madroño, símbolos de la Villa y Corte.

La Primavera está simbolizada por una joven con flores , representando el nacimiento del año.

El Verano simbolizado por una mujer con una hoz en la mano, representando la siega de los campos.

El Otoño simbolizado por la figura de un hombre con uvas en las manos.

El Invierno simbolizado por un ancinano como final del año y de la vida.




martes, 23 de mayo de 2017

LLEGA LA PESETA

Carlos III  había creado el Banco de San Carlos para descontar los pagarés que eran emitidos por el propio Estado. Un escándalo financiero, con acusaciones de fraude dieron al traste con la entidad, siendo sustituida en 1829 por el Banco de San Fernando.


En 1844 por inspiración del marqués de Salamanca, se funda el Banco de Isabel II, que, fusionado en 1856 con el de San Fernando, da lugar al Banco de España, autorizado para emitir papel moneda, privilegio que compartió con diecinueve entidades situadas en las principales ciudades españolas, hasta que en 1874 le fue otorgado con carácter exclusivo, siendo ministro de Hacienda José Echegaray, matemático, ingeniero de caminos y prolífico autor de dramas en verso que le valieron el Premio Nobel de literatura.

Las monedas tenían un valor real intrínsico, según su peso en oro y plata, de manera que el papel moneda podía ser canjeado en el banco por monedas de igual valor, de ahí la fórmula mantenida hasta mediados del siglo XX, "El Banco de España, pagará al portador la cantidad de..."


Reinando Isabel II comienzan los trabajos para la racionalización del sistema monetario en base a la peseta ( cuyo nombre proviene según parece de unas acuñaciones catalanas de fracciones del peso), formalmente implantado por el Gobierno revolucionario de 1868.


El "peso duro" valía cinco pesetas y el "real" la cuarta parte de una peseta. Se establecieron monedas fraccionarias de diez y cinco céntimos en cobre, con la efigie de un león, y ahí salió el gracejo madrileño que las motejaron como "perra grande y perra chica."

Así somos.





jueves, 11 de mayo de 2017

¡ QUE TRAJÍN !

Desde luego que España es diferente

Basílica de San Francisco el Grande (foto propia)

En 1869, las Cortes Constituyentes pensaron transformar el templo de San Francisco el Grande en Panteón Nacional por acuerdo unánime. La discordia llegó en seguida, al tener que seleccionar los huesos ilustres que habían de ocupar los doce primeros sepulcros. Se estableció de muchos cabildeos, una primera lista que comprendía más de cincuenta nombres consagrados.

" ¿Qué te parece la candidatura que han presentado los liberales? No figuran en ella más que anticlericales y progresistas. Eso no se puede consentir, pues intentan, como siempre, manipular la historia. Nuestro grupo se opondrá con todo su peso parlamentario. ¿Quién duda que Mengano es una gloria nacional? Pues no quieren que se le seleccione" (decían los unos poniendo el grito en el cielo y engolando la voz)

"Es de verdadera risa la serie propuesta por los retrógrados. ¿Y esos son glorias nacionales? Medianías de segunda fila, nada más. ¿Dónde se va a comparar un Lope con un Caldeón o un Campomanes con un Gravina? ¡ Basta ya de cerrazón por parte de esos señores amantes de las cadenas y del oscurantismo !  ¡Que no nos impongan sus antiguallas ! Desde luego que esta vez no se saldrán con la suya" ( afirmaban convincentes y acalorados sus adversarios políticos).

Que éstos, que si los otros, seguían en feroz controversia. Intervino el presidente de la Cámara para intentar un consenso (entonces se decía "pasteleo"), pero no tuvo éxito el empeño a pesar de sus esfuerzos y de las numerosas reuniones que mantuvo para ello. Ante la situación se determinó que lo que procedía era votar. Se convocó a los señores diputados, que fueron depositando su voto. ¿El resultado? Fue éste:

-Juan de Mena
-Garcilaso de la Vega
-El Gran Capitán
-Alonso de Ercilla,
-Juan de Lanuza
-Ambrosio Morales
-Francisco de Quevedo
-Pedro Calderón de la Barca
-Marqués de la Ensenada
-Ventura Rodríguez
-Juan de Villanueva y,
-Federico Carlos Gravina

Ninguno de ellos fue seleccionado por unanimidad.. y ahora llega lo chusco final . Los elegidos no llegaron a ocupar su sepulcro porque los sepulcros... NUNCA FUERON CONSTRUIDOS.

Entrada al Panteón de Hombres Ilustres (foto propia)

Frustrado así el proyecto, durmió el sueño de los justos durante unas décadas. De nuevo surgió la ocasión de ponerlo en práctica, al iniciarse el nuevo siglo, precisamente, en 1901, cuando desde la vieja iglesia de Atocha, se trasladaron al ya erigido Panteón de Hombres Ilustres, anejo al nuevo templo, los restos de los generales Palafox, Castaños, de la Concha y Prim, enterrados allí por su calidad de directores del Cuerpo de Inválidos, más los de Ríos Rosas, y a los que seguidamente se fueron incorporando, en nuevos enterramientos, los restos de otros políticos de la época contemporánea.

(Esta manía de los españoles de siempre de no dejar tranquilos a los muertos hace que se iniciase el éxodo de ilustres militares de Atocha, como son Prim, Castaños y Palafox, reclamados por distintas ciudades españolas.) Entonces, ¿quién sigue aquí?, y ¿hasta cuando? A la primera se puede contestar con seguridad, y a la segunda, tan sólo con un: ¡quién lo sabe!

Los aquí enterrados en panteones individuales:

-Canalejas
-De la Concha, marqués del Duero)
-Eduardo Dato
-Ríos Rosas
-Cánovas del Castillo

En el patio central se halla un enterramiento conjunto para seis políticos liberales:

-Calahorra, Argüelles, Martínez de la Rosa, Mendizábal, Muñoz Torrero y Olózaga.


Leyendas y Anécdotas del Viejo Madrid de Francisco Azorín. Ed. El Avapiés



martes, 9 de mayo de 2017

¡VAYA FAMILIA!

El 13 de diciembre de 1639, desde la iglesia de la Almudena salió una solemne procesión que fue presenciada por las infantas doña María y doña Margarita desde un tabladillo, lujosamente engalanado, construido al efecto. De este hecho proviene el nombre de la calle de las Infantas


(Calle de las Infantas desde la Plaza)


(Paca que representa a las infantas)


Pero, ¿Que hacían las infantas allí?
Hay que retroceder un poco en el tiempo.

Estamos en la antigua plaza de Bilbao, luego Vázquez de Mella, hoy Pedro Cerolo, en ángulo con las calles de Infantas y del Clavel.

(Plaza de Pedro Cerolo)


Un niño portugués vino con sus padres y hermanas y establecieron  aquí una pequeña tienda, parecida a una mercería. Enfrente estaba la casucha que les servía de de vivienda  En el establecimiento se hallaba la pequeña escultura de un Cristo crucificado, con sus heridas, sus clavos y sus espinas sangrantes. Extrañado por no haberlo visto nunca, pregunto el muchacho:

- Y eso ¿que es?
- Nada; un crucificado le respondió su padre con deje de desprecio y aspecto ceñudo.

Pero el chiquillo pensó, más de una vez, en aquella extraña figura de la tienda y, hasta en sueños, creyó que era el mismo, a quien unos hombres horribles calaban los pies a martillazos. Empezó a ir a la escuela cercana, donde sintió que le miraban con desconfianza. Faltaba a las clases, un día a la semana - ¿era el viernes o era el sábado? - porque sus padres y hermanas se reunían con amigos a " tratar de asuntos" , según le decían; con la merienda le enviaban a pasar la tarde en los descampados cercanos, donde las pedreas entre los muchachos, era cosa frecuente. En cierta ocasión la riña labía sido más fuerte que otras veces, se presentaron los alguaciles. Al verlos el muchacho corrió espantado, con la intención de refugiarse en la tienda de sus padres; lo hizo a través de una ventana entreabierta. Pensó que allí no habría nadie y se encontró con la sorpresa de escuchar voces, penetró en el interior  acercándose al cuarto de donde procedían aquéllas. Se quedó sin habla. Sus padres y otras personas escupían y daban latigazos al crucifijo que tanto había despertado su atención.

(Cuadro de Francisco de Ricci que representa el hecho)


Lo despedazaron sobre un brasero, prendiéndole fuego. Con las llamas brotaron gotas de sangre. El terror del muchacho le hizo salir corriendo y refugiarse en la escuela. El naestro le atosigó a preguntas por averiguar el espectáculo que el chiquillo había presenciado y era el motivo de su temblor.
La familia judía y sus amigos fueron condenados a morir en la hoguera y el niño recogido por una familia para su cuidado y educación. El local se transformó en convento para capuchinos, quienes colocaron otra imagen que, para evocar el hecho, fue llamado Cristo de la Paciencia.


(Grabado del convento) -Todocolección


Leyendas y Anédotas de Madrid Francisco Azorín Ed. El Avapiés.










lunes, 8 de mayo de 2017

¡ A LA CARCEL !

El puente de Segovia es el más antiguo que ha sobrevivido  en Madrid. Su construcción fue ordenada por Felipe II al arquitecto Juan de Herrera,  Las obras, que contaron con un presupuesto de 200.000 ducados, se extendieron entre 1582 y 1584.


En el año 1648, el arquitecto José de Villarreal procedió a su reparación.  En 1648, fue colocado en su frente una puerta ornamental, obra de Teodoro Ardemans, para dar mayor monumentalidad al puente. Este elemento fue eliminado con el paso del tiempo.

En noviembre de 1936, durante la Guerra Civil española, fue volado por el bando del frente popular  para evitar la entrada en Madrid de las tropas franquistas, al mando del general Yagüe.

Pero es una anécdota la que os quiero contar, y no no su historia.


La anécdota:

Según nos cuenta Pedro de Répide una de las bolas que adornan el puente, estuvo presa en el patio de  de la casa del Verdugo, en la calle de ese mismo nombre, hoy de Santo Tomás, por causar la muerte de un niño al desprenderse. Lo que no se sabe es cuanto tiempo duró la condena de tan singular presa.

Leyendas y Anécdotas del Viejo Madrid de Francisco Azorín Ed. El Avapiés



jueves, 4 de mayo de 2017

EL MORO CELOSO

Esta leyenda era la preferida del gran don Emilio Carrere, tan enamorado de la calle del Sacramento. Poco más o menos, era ésta su versión:


Habitaban la casa un noble moro y su esposa, mujer de extraordinaria hermosura, quien tenía como amante a un caballero español. Pasaron unos meses y de la noche a la mañana, desapareció el galán hispano, sin que ya más se supiera de él. Como pasa siempre, al principio se comentó su ausencia y más tarde se le olvidó por completo. Transcurrido el tiempo, falleció el árabe y, entonces, la bella mora descubrió lo sucedido: su esposo había sorprendido juntos a los amantes y dado muerte a su rival. Para dejar impune su acción le habilitó una tumba en el tejado de la misma vivienda. La enamorada, como tributo a su amante, se convirtió al cristianismo y en su recuerdo hizo instalar una cruz de madera en el lugar que fue durante algún tiempo la tumba del caballero español.

Más o menos hasta los años 70, la casa de la Cruz de Palo estaba en la contemplación del perplejo transeúnte de la calle del Sacramento. Por ella todavía en las noches de luna, vuelve a pasear el fantasma de Emilio Carrere, con su capa y su pipa inconfundibles, que va diciendo:
           
                     " La calle del Sacramento
                     duerme en un encantamiento secular.
                     Con sus vetustas mansiones
                     sus palacios infanzones,
                     y sus amables rincones
                     tan dulces para soñar... "

Leyendas y Anécdotas del Viejo Madrid de Francisco Azorín. Ediciones El Avapiés 1992


miércoles, 3 de mayo de 2017

¡ CHUPATE ESA !

                                                   "Fea, pobre y portuguesa...
                                                   ¡ chúpate esa ! "

El gracejo popular así calificaba a Isabel de Braganza y Borbón, segunda esposa de las cuatro que tuvo Fernando VII. Se exageraba bastante, pero no se levantaba ninguna calumnia. Su rostro tenía ojos redondos y saltones, poco expresivos; nariz prominente; boca pequeña y torcida; además era bastante sosita, bueno muy sosita. Su reinado duró dos años; murió al hacerle la cesárea, con motivo del nacimiento de su segunda hija. En tan corto espacio de tiempo, sólo hay que destacar una curiosa anécdota y una de sus pocas aficiones que resultó verdaderamente providencial.

La anécdota:

El monarca no tuvo mucho apego a la portuguesa y animado por el duque de Alagón y por Chamorro, sus compañeros de cuchipandas y golferías, realizaba frecuentes visitas nocturnas a diversos antros, entre ellos, al de Pepa la "Malagueña". La ingenua soberana, sabedora de la debilidad de su marido por las mujeres de " rompe y rasga ", una noche, le esperó vestida de manola, incluso con un clavel en el moño. El monarca, al encontrarla con semejante atuendo, se quedó atónito; pero en seguida soltó una carcajada; Isabel se echó a llorar y Fernando la expulsó de la habitación con malas maneras. Desde entonces la reina se resignó a recoger, en cada amanecida, el sobrante del festín erótico nocturno.

Ala reina le gustaba la pintura, y también de cuando en cuando, pintaba. Conociendo este hecho, los artistas madrileños, se acercaron a ella para que intercediera ante el rey, con objeto de que el edificio que se había construido bajo la dirección de Juan de Villanueva en el reinado de Carlos III, para museo de Ciencias Naturales, pero que no llegó a cumplir tal finalidad, se transformarse en museo de Pinturas. El monarca accedió. Cuando se inauguró, Isabel de Braganza ya había muerto, pero en su testamento había dejado una fuerte manda para su fundación.


Es bonito que con el dinero de una mujer, que pasó como una sombra por la historia de España, se iniciara así una de las primeras pinacotecas del mundo.


Del libro Leyendas y Anécdotas del Viejo Madrid. Editorial Avapiés año 1992



martes, 2 de mayo de 2017

LA TORRE DE SAN PEDRO EL VIEJO

Este es el nombre  popular; el de la iglesia es el de San Pedro el Real, se halla entre la cuesta de San Pedro, calle del Nuncio y la travesía del mismo nombre Es uno de los templos más antiguos de Madrid, que conserva la bella capilla de los Lujanes, con sus trofeos. Pero de lo que nos vamos a ocupar es de su espléndida torre mudéjar, con su ventana arábigo-bizantina. Torre que, es origen de varias leyendas:


Se dice que cuando llevaron las campanas para su instalación, se comprobó que no cabían en las escaleras de acceso a la torre. Inútilmente se probó varias veces. Como se hacía de noche se dejó la decisión para tomarla al día siguiente y se fueron los obreros a dormir a sus casas. Regresaron, muy de mañana, con la preocupación consiguiente, encontrándose con la sorpresa que ya se hallaban colocadas en el campanario, sin que se pudiera averiguar quién las había subido hasta allí
Madrid ( aunque nos cueste hacernos a la idea a nosotros, personas que vivimos en el siglo XXI ) fue un pueblo eminentemente labriego, donde el campo era protagonista de la vida de los vecinos de entonces. Corrió el rumor de que las campanas de la iglesia de San Pedro el Viejo, en su volteo, destruían las nubes cargadas de pedrisco. Por ello los campesinos pedían y pedían, a cambio de algunos dineros, que sonaran cuando se aproximaban las mencionadas nubes y, el campanero tuvo así un sustancioso sobresueldo que le permitió adquirir unas tierras al otro lado del río Manzanares.
Seguimos con las famosas campanas y, ya penetrando totalmente en el campo de lo mágico. Se afirmó que tocaban, sin que nadie manejara sus gruesas cuerdas, en momentos difíciles de la historia madrileña: cuando en El Escorial, murió FelipeII ; cuando el Príncipe de Gales, futuro Carlos I de Inglaterra, abandonó la Corte sin haber conseguido la mano de la infanta María y se fue a su tierra, donde le estaba aguardando el cadalso; cuando la invasión francesa; cuando las epidemias de peste que asolaron a Madrid.
En resumen, las campanas sonaban como un aviso trágico o, tal vez, como un lamento sordo.

Leyendas y Anécdotas del Viejo Madrid de D. Francisco Azorín García
Editorial Avapies séptima edición: octubre de 1992


EL DOS DE MAYO


A primeras horas de la mañana del lunes 2 de mayo de 1808, la infanta María Luisa de Borbón, reina de Etruria, y el infante Francisco de Paula de Borbón, últimos miembros de la familia real, junto con el infante don Antonio de Borbón, que quedaban en Madrid, suben a los carruajes que les van a conducir a Bayona por orden de Napoleón Bonaparte.
Una pequeña multitud se agolpa ante el Palacio Real. La reina de Etruria ya ha partido. El infante Francisco de Paula sube al último carruaje. José Blas Molina Soriano, maestro cerrajero, comienza Fa dar gritos de “¡traición, traición!”.  El medio centenar de vecinos que se hallaban allí penetra en palacio y llega hasta el infante que se asoma a la ventana para agitar más las turbias aguas de los indignados madrileños.
Murat manda a Lagrange, uno de sus edecanes, que es asaltado y apresado por la multitud al grito de “que nos los llevan”. Lagrange es liberado por un oficial de las Reales Guardias Valonas y ambos tienen que ser rescatados por un batallón de Granaderos de la Guardia que abrió fuego con 3 piezas de artillería y causó los primeros muertos y heridos del 2 de mayo de 1808.
La noticia corrió por todo Madrid y se desató una violenta y espontánea reacción del pueblo contra los franceses, hasta entonces aliados y desde ese día invasores. Al grito de “mueran los franceses” los vecinos de Madrid atacaron a cuanto francés encontró por la calle, salvando muchos sus vidas por los rasgos de generosidad de algunos vecinos que les guardaron en sus casas.
En un primer momento dueños de la calle, los madrileños se organizaron en pequeñas partidas a cuyo mando había ciudadanos de toda condición, desde académicos hasta sacerdotes. Al intentar tomar las puertas de la ciudad para impedir la entrada de las tropas imperiales se trabaron las primeras escaramuzas de envergadura pues ya estaban tomadas por los franceses. Cuando tomaron alguna se hicieron fuertes en su defensa, como en la Puerta de Toledo donde las manolas de Lavapiés se mantuvieron firmes y resistieron varias cargas de los coraceros galos.


EL CONTRAATAQUE FRANCÉS Y LA DEFENSA DE LA PUERTA DEL SOL
La respuesta de Murat no se hizo esperar y cerca de 30.000 franceses avanzaron hacía Madrid desde sus acuartelamientos en los alrededores de la ciudad hasta la Puerta del Sol. Desde El Retiro llegaron 3.000 jinetes por la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Desde la Casa de Campo llegaron 4.000 infantes por la Calle de Segovia. Desde los Carabancheles llegaron 2.000 coraceros por la Calle de Toledo después de pasar sobre los cadáveres de las manolas. Desde El Pardo y Puerta de Hierro entraron 4.000 infantes a través de la Puerta de San Vicente. Del convento de San Bernardino avanzaron en 2 columnas otros 6.000 soldados imperiales… Y el ejército español encerrado en sus cuarteles y cumpliendo la orden de no intervenir dictada por el capitán general Francisco Javier Negrete.


La Puerta del Sol y sus alrededores se convirtieron en escenario de los terribles combates que se sucedieron a lo largo de la mañana y que magistralmente retrató Francisco de Goya. El mejor ejército de la época, encuadrado en sus unidades, al mando de sus oficiales y bien armado y pertrechado, se enfrentó a los madrileños y madrileñas, desprovistos de armas, pertrechados con lo que tenían a mano, sin oficiales experimentados y sólo impulsados por una indignación exultante.


LOS HÉROES SUBLEVADOS DEL PARQUE DE MONTELEÓN
En este glorioso y recordado 2 de mayo de 1808, sólo los artilleros del Parque de Monteleón se levantaron contra el invasor y se unieron a la lucha de la población civil contra los franceses. Dos capitanes de artillería, Luis Daoíz y Pedro Velarde, tras hacerse con el cuartel y desarmar a la pequeña guarnición francesa allí instalada, abrieron las puertas del Cuartel de Artillería a los madrileños y madrileñas que llegaban en busca de armas tras los sangrientos combates de la Puerta del Sol. A ellos se unieron el teniente de infantería Jacinto Ruiz, los alféreces de fragata Juan Van Halen y José Hezeta, y otros oficiales de menor graduación.
A primeras horas de la tarde los invasores franceses rompían la resistencia y entraban en el cuartel, acabando prácticamente con la resistencia madrileña que ya sólo se prolongaba en pequeños grupos que callejeaban hostigando a los franceses que esa misma noche comenzaron con las cruentas represalias contra la población civil.


D. LUIS DAOIZ:
Artillero de profesión, nació en Sevilla un 10 de febrero de 1767. Durante su carrera militar cosechó varios logros personales, entre los que estaba la magnificencia con la que esgrimía la espada y su rendimiento como estudiante. Obtuvo el grado de alférez, y fue destinado al Real Regimiento de Artillería en el Puerto de Santa María.
En 1790 participó de manera voluntaria en la defensa de Ceuta. En esos momentos de su historia Daoíz fue ascendido a teniente de artillería. En 1794 participó en la Guerra del Rosellón contra los revolucionarios franceses, que le hicieron preso y le ofrecieron unirse a sus filas. Su rechazo fue rotundo y finalmente fue liberado.
Daoíz es enviado a Cádiz en 1797 para luchar contra los ingleses bajo las órdenes del almirante José de Manzarredo. Los españoles salieron victoriosos del sitio inglés de las tropas de Nelson y Daoíz consiguió un ascenso de mayor grado. Más tarde, a bordo del San Idelfonso, Daoíz tuvo la misión de defender las colonias de América.
A su regreso a la península, el militar volvió a su regimiento de artillería y en 1807 fue trasladado a Madrid donde estuvo presente en el 2 de mayo de 1808.


D. PEDRO VELARDE:
Por otro lado, tenemos a Pedro Velarde y Santillán. Nació en Muriedas, Cantabria en 1779. Siendo adolescente ingresó en el Real Colegio de Artillería de Segovia, en categoría de cadete. Recibió un ascenso como subteniente por sus brillantes resultados y en 1801 fue enviado a Portugal a formar parte del ejército correspondiente que por allí operaba.
En 1802 asciende a Teniente. Pasó a ser profesor y experto en proyectiles, pero se tuvo que trasladar a Madrid cuando fue nombrado Secretario de la Junta Superior Económica del Cuerpo de Artillería.
Como pasó con la historia de Daoíz, Velarde tuvo el ofrecimiento de ser reclutado por Murat – mariscal de campo y posterior rey de Nápoles – . Pero Velarde le respondió lo siguiente:
“no puedo separarme del servicio de España sin la voluntad expresa del rey, de mi cuerpo y de mis padres”
Ambos militares se encontraban en Madrid por aquel entonces. Daoíz estaba al mando del Parque de Artillería de Monteleón. Velarde, entre tanto, era un alto cargo del Estado Mayor del Cuerpo de Artillería. A pesar de las órdenes expresas de no entrar en combate contra los franceses, los dos artilleros se pusieron del lado del pueblo español, que se defendía de los soldados franceses con piedras, palos, navajas y cualquier cosa que estuviese a su alcance.
Velarde se encargó de organizar de algún modo a aquellos vecinos que ejercían de héroes. También se emplazaron y dispusieron las 5 piezas de artillería con las que contaban para repeler a las columnas francesas: 2 cañones fueron emplazados hacia la Calle de San Bernardo, otros 2 hacia la Calle de Fuencarral, y 1 hacia la Calle Nueva de San Pedro.
La proporción era de un español por ocho franceses, y que estaban situados en varios puntos de la periferia y el centro de Madrid (El Pardo, Leganés o Fuencarral). Velarde consiguió liberar la artillería de Monteleón, custodiada por tropas francesas. Las calles de Madrid, no obstante, se bañaron de sangre de muchos españoles en su lucha por hacerse con la artillería.
Los soldados franceses estaban mejor preparados. Pero la toma de la artillería supuso que el resto de compatriotas fuese armado para igualarse en condiciones al rival. El ánimo comenzó a ser latente en los españoles. Los primeros movimientos tras el asalto a la artillería de Monteleón, se realizaron contra pequeñas escaramuzas francesas, que eran acorraladas en callejones y recibidas con plomo.

Daoíz y Velarde organizaron las defensas. La llegada del grueso francés no se hizo esperar, pero tras los portones del fuerte la artillería y los mosquetes sorprendieron a la compañía de Westfalia, echando uno de los portones abajo acompañado de fuego y explosiones. Los franceses huyeron, probablemente sordos y sin ver nada por el humo. Aquella huida la aprovecharon los españoles, que se armaron de valor para perseguirles hasta la muerte.
Pero la respuesta francesa fue inmediata. Sus batallones, a pesar de ser diezmados por la resistencia, consiguieron destruir las piezas de artillería colocadas en los portones del fuerte. Las tropas entraron en el lugar para poner fin a la defensa. Pero al sonido del cornete y una bandera blanca, un oficial francés cabalgó hasta el fuerte para ofrecer la rendición a Velarde y a Daoíz, que se quedaron discutiendo entre ellos la decisión que iban a tomar.
La respuesta no se hizo tardar. Al grito de Fernando VII, los españoles descargaron todas sus fuerzas contra los franceses que se hallaban en posición pasiva, obteniendo así la victoria. Aquello pasó factura a los españoles, cuyas fuerzas eran ya de pocos hombres y piezas de artillería.
Era cuestión de tiempo que cayese también Monteleón, el último reducto de la casi conquistada Madrid. Murat, desesperado, y que no entendía como unos cuantos hombres podían resistir de aquella manera, ordenó a sus tropas que ocupasen cada calle. La fuerza treinta veces mayor y el fuego de las bayonetas y de los granaderos, terminó por tomar Monteleón.
Daoíz luchó hasta el último aliento de su vida, atravesado por la espalda con una bayoneta y después acribillado por todo el cuerpo. Velarde llevó sus tropas a reforzar una de las entradas cuando recibió un disparo a quemarropa en el pecho que acabó con su vida.
Ambos fueron enterrados juntos, como juntos estuvieron en vida resistiendo a los franceses. Cabe mencionar el homenaje que recibieron los dos defensores tras su muerte. Además de placas conmemorativas, monumentos y plazas, los famosos leones del Congreso de los Diputados de Madrid se llamaron, en su honor, Daoíz y Velarde.


Sirva de homanaje a:

111 HÉROES Y HEROÍNAS DEL 2 DE MAYO DE 1808 EN MADRID
Alfonso Esperanza Reluz, niño de 11 años.
Alonso Pérez Blanco, enfermero del Hospital General.
Amaro Francisco Otero y Méndez, mozo de pala de tahona.
Ana María Gutiérrez, manola de la Ribera de Curtidores.
Andrés Ovejero, peón de albañil.
Antonio Álvarez Trigueros, soldado de Infantería.
Antonio Escobar Fernández, pastor.
Antonio Fernández Garrido, albañil.
Antonio Fernández Menchirón, niño de 12 años.
Antonio García, uno de los primeros muertos en la escaramuza del Palacio Real.
Antonio Gómez Mosquera, muerto a pie del cañón en el Parque de Monteleón.
Antonio Luque Rodríguez, soldado de Voluntarios de Estado.
Baltasar Ruíz, arriero.
Benita Sandoval Sánchez, manola de la Calle de la Paloma.
Benito Agemide y Méndez, comerciante de lencería.
Bernardino Gómez, cerrajero.
Blasa Grimaldo Iglesias, herida en la primera escaramuza del Palacio Real.
Cayetano Rodríguez Artia, dependiente del Marqués de Villafranca.
Clara Michel y Cacervi, niña de nueve años.
Clara del Rey y Calvo, heroína del Cuartel de Monteleón. Con ella murió su esposo Manuel González Blanco y 1 de sus 3 hijos (todos combatieron ese día).
Cosme Miel de las Gruas, dependiente de la Real Cerería.
Daniel Chorobán, cochero y francés de cuna.
Dionisio Santiago Ximénez, mozo de labor en San Fernando de Henares.
Domingo Braña y Calbín, mozo de tabaco de la Real Aduana de Madrid.
Domingo Girón, carbonero.
Domingo Rojo Martínez, soldado de Artillería.
Esteban Casales Ribera, Granadero de Marina.
Esteban Rodríguez Velilla, médico de los Reales Ejércitos.
Esteban Santirso, sobrestante de las obras de la Real Florida.
Eugenio García Rodríguez, soldado de Reales Guardias Españolas.
Eugenio Rodríguez, sastre.
Eusebio Alonso, cabo segundo de Artillería.
Ezequiela Antonia Fayola Fernández, herida en la Puerta del Sol.
Fausto Zapata y Zapata, cadete de Reales Guardias de Infantería Española.
Felipe Barrio, mancebo del peluquero Martín de Larre, los 2 combatientes del Cuartel de Monteleón.
Felipe García Sánchéz, soldado inválido de la 3ª Compañía del Parque de Artillería. Su hijo Pablo Policarpo García Vélez, zapatero, también murió ese trágico día.
Félix Sánchez de la Hoz, jornalero.
Fernando González de Pereda, cirujano.
Francisca Olivares Muñoz, madre de 7 hijos y una de las heroínas del Parque de Artillería.
Francisca Pérez de Parraga, manola de Lavapiés.
Francisco Balseyro María, jornalero.
Francisco Calderón, mendigo.
Francisco Gallego Dávila, capellán del Real Monasterio de la Encarnación.
Francisco García, molendero de chocolate.
Francisco López Silva, oficial vidriero.
Francisco Parra Balduque, jornalero.
Francisco Pico Fernández, preso de la Cárcel de Corte de la Puerta del Sol.
Francisco Sánchez Rodríguez, oficial cerrajero.
Francisco Teresa, soldado licenciado de la Guerra del Rosellón y sirviente en el mesón nuevo de la Calle de Segovia.
Hilario Galigagny y Mori, italiano de  Módena, soldado inválido de la 3ª Compañía del Parque de Artillería.
Jacinto Ruiz y Mendoza, teniente de Voluntarios del Estado.
Joaquín Rodríguez Ocaña, peón de albañil.
José del Cerro, niño de 10 años.
José Fernández Viña, cocinero.
José García Rodríguez, aguador.
José González Sánchez, soldado de la 1ª Compañía del Parque de Artillería.
José Mamerto Amador y Álvarez de la Puerta, niño de 11 años.
José Meléndez Monteño, manolo de la Calle de la Paloma.
José Rodríguez, dueño de la botillería de la Carrera de San Jerónimo.
Juan Antonio Cebrián y Ruiz, Granadero de Marina.
Juan Bautista Coronel, músico.
Juan José García Somano, cartero del Oficio General de Madrid.
Juan Vázquez y Afán de Ribera, de 12 años, cadete del Regimiento de Voluntarios de Estado.
Juana García, una de las heroínas del Cuartel de Monteleón.
Julián Domínguez, oficial de sastre.
Julián Tejedor de la Torre, artífice platero con tienda abierta en la Calle de Atocha. Se batió heroícamente con su vecino Lorenzo Domínguez, guarnicionero con tienda en la Plazuela de Matute.
Lorenzo Leleka, natural de Polonia, soldado de Reales Guardias Valonas.
Luis Daoíz y Torres, capitán de Artillería, al mando de la defensa del Parque de Monteleón.
Manuel Álvarez, carretero de la provisión del pan.
Manuel Ambas, jornalero.
Manuel Díaz Colmenar, alfarero.
Manuel Núñez y Gascón, niño de 12 años.
Manuel Simancas, librero.
Manuel Ruiz Gárica, soldado de Caballería del Regimiento de Dragones de Lusitania.
Manuela Aramayona y Ceide, niña de 12 años.
Manuela Malasaña y Oñoro, bordadora de 15 años.
María de la Cruz Garay, manola de la Puerta de Toledo.
María Manuela de Amandarro, natural del Perú.
María Marcos Martín, manola de la Puerta de Toledo.
Mariano Córdova, natural de Perú, presidiario de la Cárcel del viejo Puente de Toledo.
Martín de Larrea, maestro barbero.
Mateo González y Menéndez Quinónez, llegado de Colmenar de la Oreja para combatir a los franceses.
Matías López de Uceda, cabrero.
Matías Rodríguez Fernández, farolero del Real Palacio, uno de los heridos en la primera refriega.
Matías Schesler, soldado del Regimiento Suizo de Preux.
Miguel Castañedo y Antelo, oficial de albañil.
Miguel Iñigo y Vallejo, comerciante.
Nicolás Galet y Sarmiento, brigadier de los Reales Ejércitos y Gobernador del Campo y Resguardo de la Corte.
Nicolás del Olmo García, yesero.
Pablo Monsák, natural de Hungría, soldado de Reales Guardias Valonas.
Pedro Fernández Álvarez, agente de negocios.
Pedro Gabriel Chaponier y Peraet, natural de Suiza, grabador.
Pedro García del Riego, cochero
Pedro Linares, conductor de Correos.
Pedro Sessé y Mazal, maestro compositor de música.
Pedro del Valle Prieto, tahonero.
Pedro Velarde de Santillán, capitán de Artillería, oficial organizador de la defensa del Parque de Artillería.
Ramón Iglesias, jornalero.
Ramón Huerto, mozo de cuerda.
Ramona García Sánchez, una de las más animosas heroínas del Cuartel de Monteleón.
Rita Díaz Martín, recibió un tiro de pistola en la Calle de Jacometrezo.
Rosa Ramírez Santos, una de las heridas en la primera escaramuza del Palacio Real.
Santos García Toca, zapatero.
Tomás Castillón, mozo de librea, muerto de un balazo en la primera refriega del Palacio Real.
Tomás Rivas de Soto, empleado en la Real Casa de Campo.
Valentín Oñate y Aparicio, sobrino del corredor de cambios Eugenio Aparicio y con él sacrificado por los Mamelucos en la Puerta del Sol
Vicente Gómez Pastrana, cajista de imprenta.
Vicente Pérez del Valle, ayudante en el Hospital General de Madrid.
Vicente Ximénez, profesor en la ciencia de la Filosofía y Matemática de la destreza de las armas; salió al combate en unión de su maestro y primo Pedro Jiménez de Haro.
Víctor Modesto Morales Martín, sargento segundo de Inválidos y antes de Dragones de María Luisa.


Fuente Episodios Nacionales el 2 de Mayo

Fuente:Historia de Madrid Federico Bravo Morata

Fuente El Dos de Mayo: A. Pérez Reverte










ODA AL DOS DE MAYO


Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.
Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!
Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
contando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!
Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.
Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.
Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto.
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
¡presta luz a mi memoria!
y el mundo y la patria, a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.
Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.
¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!
La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y, cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
"¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará!"
Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!
¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad,
¡en la tumba descansad!
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero!


Bernardo López