jueves, 2 de marzo de 2017

GAVETAS QUE SE ABREN Y CIERRAN

En el siglo XVI tenía su casa en la calle del Príncipe, que era de las modernas entonces, doña Prudencia Grilo, hija de un rico banquero; frecuentaban la casa los caballeros más distinguidos que habitaban la corte. Todos solicitaban la mano de la opulenta heredera, que tenía fijada su elección en uno, con quien retrasaba la unión por no prescindir de su amor al lujo ni privarse de competir con otras bellezas, a quienes eclipsaba con la belleza de su rostro y el esplendor de su traje. El amante tomo una resolución: Felipe II preparaba su famosa expedición expedición de la armada invencible y se ofreció a marchar con ella. Cuentan que al separarse los dos enamorados el caballero dijo a la dama que le preguntaba cómo tendría noticias suyas:


"Por estos damascos," señalando los que había colgados en la sala, "y si muero, además de ellos, moveré las gavetas de ese escritorio, siendo la última señal descorrer las cortinas de vuestra cama."

Prudencia tomó a chanza aquellas advertencias. A los pocos días había olvidado a su amante y se entregaba a sus acostumbradas distracciones; pero una noche, acababa de acostarse, y apenas se había quedado traspuesta, cuando le pareció que se movían los tapices; se levantó para cerciorarse; quiso volver al lecho y le faltaron las fuerzas; miró involuntariamente a las gavetas del escritorio y también se movieron; quiso dar un grito y no pudo; se dirigió a la cama  y a su llegada se descorrieron las cortinas; entonces cayó desmayada y estuvo enferma mucho tiempo; durante él ya eran públicas en Madrid la pérdida de la armada y la muerte de su amante; se decidió la dama a abandonar el mundo y fundó el convento de Santa Isabel , donde profesó en 1589.


Veinte años después, yendo a visitar el convento la reina Margarita de Austria oyó violines; preguntó a las monjas si tenían música en la casa; le contestaron que era del teatro inmediato, y comprendiendo lo impropio de la situación del convento le trasladó al terreno de una casa confiscada a Antonio Pérez , que había en las afueras, donde hoy se halla la calle a que ha dado nombre el convento.


Fotografía Luis Garcia (Zaqarbal)




Leyendas e Historias de Madrid F. Azorin





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