domingo, 30 de octubre de 2016

COSAS DE MADRID

El veinticuatro de junio de 1858, festividad de San Juan, un surtidor de gran altura, colocado sobre una fuente en la calle de San Bernardo, frente al monasterio de Monterrat, significaba el primer servicio de agua corriente en la capital de España. 


Procedía del depósito situado en el antiguo Campo de Guardias, que desde entonces airea su decorativa silueta en el mismo lugar.


 La reina y sus ministros, junto con el alcalde de Madrid, que era  por entonces el duque de Sesto, asistieron a la inauguración. Mezclado con el público el hombre gracias a cuyo esfuerzo el proyecto de traer hasta la ciudad las aguas del canal de Lozoya era una tangible realidad. Bravo Murillo, caído en desgracia por una de esas ingratitudes políticas tan frecuentes. Menos mal que la posteridad pondría las cosas en su sitio y la calle que lleva el nombre de este extremeño ilustre ( nació en Fregenal de la Sierra. provincia de Badajoz ) acoge en sus comienzos las instalaciones del Canal de Isabel II, con sus dos primitivos depósitos como estandartes de tan beneficiosa actividad. A este trozo de calle se le llamó tiempos atrás "Mala de Francia" y ello se debía al vicio tan característico del pueblo madrileño que consiste, ni más ni menos, que en hablar de oído, es una corrupción de malle, que en francés quiere decir maleta o valija de correo. Fue, en denominación de sus contemporáneos, " camino del correo de Francia".



La traida de aguas del Lozoya resolvería un grave problema para Madrid, puesto que como en todas la épocas precedentes la capital venía suministrándose de los muy rudimentarios " viajes " musulmanes, casi agotados en esa fecha por el exceso de población. Se acababa la escasez del líquido preciado, aunque surgía inmediatamente otro trastorno social, el del millar más o menos de aguadores que iban directamente al paro. También salía ganando la ciudad en cuanto a higiene personal y limpieza urbana, pues como dijera el propio Bravo Murillo el día de la inauguración : "Ahora nos podemos lavar casi todos". Porque hay que ponerse  en la piel - sucia, claro - de esas personas que no disponían de un servicio de agua fluido y suficiente. Hay que tenerle mucha afición al aseo personal para lavarse diariamente y no cuando ya no queda otro remedio y el individuo en cuestión observa como, a su sola presencia, las narices de los demás cambian vertiginosamente de rumbo.



Al duque de Sesto le había venido de rebote el acontecimiento, pero supo aprovecharlo trazando una amplia red de alcantarillado que cubría la mayor parte de Madrid. Otro efecto secundario consistió en la instalación de urinarios públicos, moda muy a la francesa que el alcalde aristócrata importaría de sus frecuentes viajes al Paris civilizado. " Columnas mingitorias ", en definición popular por su forma ampulosa. Bien se ve que las gentes de Madrid habían comenzado ya a expresarse de esa manera campanuda, entre solemne y grotesca, que nos ha hecho célebres. Aunque expresiones aparte, el coste de un servicio tan liviano, donde además el material corre por cuenta del usuario se les antojó excesivo a esas buenas gentes de Madrid . "¿ Diez reales por mear? / caramba, que caro es esto / ¿cuanto cobra por cagar el señor duque de Sesto?



¡¡¡COSAS DE ESTE MADRID DE MIS AMORES!!!






sábado, 29 de octubre de 2016

CALLE DEL CARNERO

Va de la Ribera de Curtidores a la calle de la Arganzuela.

Primitivamente fue llamada calle Nueva, y en el Plano de Texeira aparece ya con el nombre actual; pero arrancando del cerrillo del Rastro. El nombre de esta calle tienes dos tradiciones. Una, la de que se llama del Carnero porque allí se rifaba uno todos los años por los aforadores para la fiesta de San Lorenzo. Otra, relacionada con la de la calle de la Cabeza, y es la de la gente, horrorizada por haberse convertido en la cabeza del sacerdote asesinado aquella de carnero comprada en el Rastro, dejó de ir a comprar a este sitio, por lo que los vendedores pidieron a la Villa que se les cambiase de lugar, designándoseles esta calle, que, por dedicarse a la venta de esta clase de carne, tomó la denominación que todavía lleva.

(Las calles de Madrid de Pedro de Repide)


jueves, 27 de octubre de 2016

CALLE DEL OSO

De la calle Mesón de Paredes a la de Embajadores.

Es una estrecha vía en la que había alguna sórdida mansión, célebre en los anales del hampa madrileña. En una humilde vivienda de esta calle murió el famoso actor José Mata, uno de los mejores de la escena española en el último cuarto de siglo del siglo XIX.

También estuvo aquí la casa rectoral de San Cayetano, fundada por don Diego de Vera. En la casa donde vivía este hidalgo, había sobre la puerta un escudo cuyo blasón era un oso, como en la armas del Concejo de la Villa, y a esa figura heráldica se debe la denominación de la calle.

Don Diego de Vera fue anteriormente fundador de un oratorio dedicado a San Marcos Evangelista, en el que puso una imagen llamada de Nuestra Señora del Favor. Nombre que se atribuye al episodio de la milagrosa salvación de unos niños que penetraron en la jaula donde cierto ambulante extranjero guardaba y exhibía un oso, que por intervención sobrenatural no hizo daño alguno a sus inocentes visitantes.

(Del libro Las calles de Madrid de Pedro de Répide)

UN FAETÓN ESPERA

Estamos en la plaza de Santo Domingo junto a ella, se halla la cuesta del mismo nombre. En una de sus casas y, a finales del siglo XIX, un hecho interesante.

Un coche regio aguarda a la puerta del inmueble, que hasta entonces ha sido habitado por Elena Sanz, bella y excelente soprano que durante los últimos años ha triunfado clamorosamente en el cercano teatro Real, cantando Aída, Lucrecia, El Trovador, pero sobre todo La Favorita. Favorita fue y sigue siéndolo, aunque menos del corazón del enamoradizo Alfonso XII. En el pescante se encuentra el cochero y, al lado del faetón, un hombre con aire inconfundible de ser un policía. La niebla semioculta a los que ya bajan y entran en el coche; son dos mujeres - la actriz y su doncella y una personalidad política muy destacada durante la Restauración, quien ordena al cochero: "¡ En marcha !". El polizonte saluda y, con paso apresurado, se dirige a Palacio para comunicar lacónico a la reina María Cristina: " Se cumplió la orden de Su Majestad ".

Al pasar el coche por el regio lugar, Elena - en éste su traslado a un exilio forzoso y definitivo - contempla la mole de la real mansión, mientras recuerda su niñez en el colegio de la Niñas de Leganés - situado en uno de los puntos urbanos del final de la Gran Vía - la protección que le dispensó Isabel II, permitiéndole seguir estudios musicales en el extranjero; el primer encuentro con el entonces príncipe Alfonso, en una sala destartalada del colegio teresiano de Viena con ocasión de llevarle un encargo de la reina destronada; el teatro Real, donde unos gemelos, en sus últimas actuaciones en el mismo escenario, también fijos en ella; los sostenían las manos de una mujer celosa: la reina doña María Cristina; por último, sólo hace unas horas, la orden de expulsión de España, dada oficialmente por el ser que más quiere en el mundo.

El látigo restalla fuerte sobre el soberbio tronco de caballos y el coche se pierde por el camino de Francia.

(Leyendas y Anécdotas del Viejo Madrid )

Foto 1.- La actriz Elena Sanz

Foto 2.- El Rey Alfonso XII



domingo, 23 de octubre de 2016

LA DEFENSORA DEL ALCAZAR

Estamos en 1520, la época en la que los Comuneros de Castilla se levanta contra el poder de Carlos I de España.

El corregidor de Madrid es Francisco de Vargas, aquél al que los reyes le consultaban cualquier tema desconocido para ellos y cuya frase se hizo famosa “Averigüalo Vargas“, aquel que provocó el motín del pan.


A Francisco de Vargas se le había encomendado la defensa del Alcazar. Un día tuvo que viajar hasta Alcalá de Henares, con el fin de conseguir socorro para poder defender la fortaleza. María Lago, su esposa, se quedó al mando de la resistencia.


Los comuneros, capitaneados por el bachiller Gregorio Castillo y Juan Negrete, de la colación de San Gines, ayudados por el pueblo madrileño, minaron el Alcázar por cuatro partes y para evitar ser repelidos, llevaban en la primera línea a hijos y familiares de los soldados que defendían la fortaleza. Cuando los comuneros pidieron a doña María que rindiera la plaza,
” porque una mujer no podía defender una fortaleza “, ésta, con bravura respondió: “Donde yo esté no ha de hacer falta alcaide “.Siguó resitiendo el asedio, aunque el Alcazar terminó cayendo. Los asaltantes se repartieron todas las armas que estaban custodiadas, 1600 lanzas, 2.500 picas y 2.000 armas de fuego respetando, el único desmán que cometieron fue el echar los muebles del corregidor acallebles, respetando la vida dela mujer.

Más tarde, Carlos I confirió a María Lago el mando honorífico del Alcazar de Madrid



Historia de Madrid: Federico Bravo Morata




sábado, 22 de octubre de 2016

PLAZA DE HERRADORES

Entre las calles de San Felipe Neri, de las Fuentes y de las Hileras, Plaza del Comandante de las Morenas y Costanilla de Santiago.

Lleva ese nombre desde principios del siglo XVII por los bancos de los herradores, que eran colocados en medio de la plaza, hasta que el Concejo los mandó quitar por las muchas molestias que ocasionaba la aglomeración de las caballerias. También era, como la plaza de Santa Cruz, lugar donde se situaban los criados y lacayos sin trabajo para que les fueran a buscar quienes necesitasen de ellos.

Era asímismo este paraje punto para las sillas de mano que se alquilaban, y aún no se limitaba el alquiler a esto,  sino que las damas callejeras que lo habían menester para autorizar sus paseos y sus enredos podían poveerse igualmente en esta plaza de tías, hermanos, primos y maridos, a tanto la hora, o a un precio más arreglado si se les tomaba por temporada.

Vélez de Guevara, en "El Diablo Cojuelo", alude a esta práctica que nos revela tan pintorescas intimidades de la vida cortesana en tiempo de los Austrias, época cuya austeridad no era a veces ni aparente siquiera; y Tirso de Molina, en su comedia. " Por el sótano y el torno ", pone en boca del criado Santillana, que teme ser despedido por doña Bernarda, aquellos versos que dicen:

                                                                 " ¡ Miren, porque la doy luz
                                                                  De amantes embustidores !
                                                                  Plazuela habrá de Herradores
                                                                  Y puerta de Santa Cruz.
                                                                  No me han de faltar dos reales
                                                                  Y señoras de alquiler ".

La estructura de esta plaza no ha sufrido desde el siglo XVII más variaciones que la apertura primero del pasaje, de la horrible salida del aparcamiento y luego de la calle de San Felipe Neri, donde se hallaba este convento que daba a la calle Mayor. Hubo también en la plazuela de Herradores un mercado, que duró hasta mediados del siglo XIX.

( Pedro de Repide. Las calles de Madrid).

LA CALLE DE LA ESPADA

De la Plaza de Tirso de Molina
A la calle de la Esgrima

Aquí habia antiguamente un camino estrecho entre el calvario de la Villa y los olivares, que comenzaba poco más arriba de la ermita de San Millán, llegando hasta el arroyo de Atocha. Después en la casa que llamaban del Inquisidor, había un corralón que alquiló un maestro de esgrima, y para llamar la atención de público, y como anuncio de su arte, colgó de una cadena junto a la puerta una enorme espada, que según él, había pertenecido a un par de Francia, y acerca de la cual contaba anécdotas fabulosas.

Allí era donde asistía Félix Lope de Vega Carpio a instruirse en el manejo de las armas con su hermano, que pereció en el desastre de la Armada Invencible.

Finalmente el dueño de la casa despidió del corralón al maestro, porque iba a demoler la finca para alzarla de nuevo, y por adeudarle algunos alquileres, se quedó con la vetusta espada. Pero habiéndose promovido litigio con los frailes de la Merced sobre la medianería de la casa inmediata, quedó el corralón a medio derribar y la espada colgada allí mucho tiempo, dando nombre al corral y por extensión a la calle.

En cuanto a la espada, acabó siendo adquirida por D. Antonio de Silva y Toledo, duque de Alba, quien gustó de poseerla por el mérito arqueológico que pudiera poseer, y la hizo colocar en su armería.

En la calle de la Espada aconteció a finales del siglo XVIII más dramático por sus consecuencias que por el hecho mismo. Fue el robo y tentativa de asesinato cometido en una tienda que regentaba una mujer, quien quedó gravísimamente herida y a punto casi de morir. Se salvó, abandonó Madrid y el Destino hizo que años después se casara con el mismo que en la oscuridad de un atardecer quiso matarla y robarla.

Aquel hombre, que había sido el majo más temido entre la manolería, se había redimido de su pasada vida y, poseedor de alguna fortuna, ganada con honrado esfuerzo en América, había acertado a contraer matrimonio en un pueblo de Cataluña con la que fue su víctima, sin que ni él ni ella se reconocieran en el recuerdo de aquel acontecimiento hasta que una desdichada fatalidad vino a hacerlo, rompiendo su unión, que había sido venturosa.

( Las calles de Madrid - Pedro de Repide )

viernes, 21 de octubre de 2016

LA CAVA BAJA

De Puerta Cerrada
A la Plaza del Humilladero

Esta es la verdadera Cava, la Cava prestigiosa. Una de la vías más tipicas. Algo que no es de la Villa misma, sino que fue la representación en ella de los pueblos de la comarca.

Cuando era salida para caso de guerra, pasaba por debajo de la llamada Puerta de Moros, y por ella escaparon los árabes cuando la toma de Madrid por Ramiro II, y luego cuando la conquista definitiva por Alfonso VI. Y en la irrupción que hizo en esta Villa el moro Alit, por la Cava Baja, huyó, entre otros cristianos, San Isidro Labrador.

Fue llamada Cava de San Francisco, por salir en dirección al convento por el patriarca, y finalmente fue cegada la mina, porque se convirtió en guarida de malhechores.

Esta es la calle de las posadas históricas y bien nombradas, hoy reconvertidas en otro tipo de negocio, Posada de la Villa, posada del Dragón, posada del León de Oro, posada de San Isidro, el mesón del Segoviano, etc. En la posada del Dragón, cuyo nombre recuerda el blasón que había sobre Puerta Cerrada, es donde estuvo desde tiempo inmemorial el "peso de la harina", y en la que se estableció desde el siglo XVI el Pósito de la Villa, hasta que fue trasladado al edificio construido con ese fin entre el prado de Recoletos y la Puerta de Alcalá ( damos como referencia de situación el Palacio de Linares).

En una posada de la Cava Baja se alojaron los cinco jacobitas que vinieron a Madrid para dar muerte al embajador Cronwell, Antonio Aschman, que había decidido con su voto en el Parlamento inglés la muerte del rey Carlos I. Y por todos esos mesones ha pasado toda la vida transhumante de España, hasta que el ferrocarril acabó de sustituir a carromatos y galeras. Hasta la mitad del siglo XX, aún servía de parada a los vecinos y labriégos de aldeas y tierras de los lados de la carretera de Extremadura.

En los paradores de la Cava se trataban la cotización del trigo y del vino de Méntrida o de Sevilleja, y se chalaneaba el precio de las caballerías que habían de feriarse los jueves en el mercado del paseo de los Pontones.

( Pedro de Repide Las calles de Madrid)

En el siglo XIX
Años 40 del siglo XX
En el año 2016

lunes, 17 de octubre de 2016

SITUACIÓN INCOMODA

PUERTA CERRADA, UN RETRATO  " BIEN PARECIDO"

La calle de Segovia nace en Puerta Cerrada. El forastero al escuchar este nombre sonoro y contemplar tan sólo una tosca cruz                ( adorno de un simple registro de agua ) muestra su asombro y su incomprensión. Entonces alguien le hablará de una puerta que existió y que tuvo que ser cerrada a causa de los delincuentes que al llegar la noche allí se cobijaban. Tirso de Molina nos la recuerda así:

                                                                           " Como Madrí está sin cerca
                                                                           A todos gustos da entrada
                                                                           Nombre hay de Puerta Cerrada,
                                                                           Más pásala quien se acerca. "

La figura evocada es la de Felipe IV. Miraba de frente y posaba la vista en lo alto; por eso los embajadores italianos le llamaban el rey estatua y, sin embargo, no era soberbio sino afable; no se quitaba el sombrero ante nadie, pero si ante un Crucificado; se repetía una y otra vez en el adulterio, y él, a su vez, era celoso; entraba en conventos con intentos sacrílegos y, una simple monjita, con sus epístolas, desde su convento soriano, dirigió los últimos años de sus cuarenta y cuatro de reinado. Todo él era una claroscuro viviente, no olvidemos que nació en un viernes santo y tuvo por pintor de cámara al sevillano Velázquez.

El escenario de la leyenda es, precisamente, esta Puerta Cerrada. En la acción intervienen, además doña Laura, bella viuda de un indiano, que era la amante de turno y que vivía en un palacio que existió aquí y don Ramiro de Vozmediano, teniete corregidor de Casa y Corte, también figura la sombra de la Inquisición, que seguía condenando y condenando, persiguiendo y persiguiendo los amores ilícitos, tanto más si éstos eran perseverantes.

Unos anónimos soplones comunicaron a don Ramiro de Vozmediano que en días alternos una carroza se detenía delante de la suntuosa mansión, morada de la hechicera viudita, de la que descendía rápido un embozado, penetrando en el portalón que se cerraba tras él. Entonces el corregidor montó la oportuna vigilancia.

Una noche le avisaron: " ¡Ya está en la ratonera! " Alos poco minutos el teniente corregidor, con acompañamiento de cohortes y escribanos, penetraba en el domicilio de la dama, a la que imprecó:

- Sé que ocultáis a una persona bajo vuestro techo. En nombre de su Majestad entregádmelo.

- Pasar y registrar. Soy la más fiel servidora de Felipe IV.

Terminado el registro sin resultado, el corregidor observó cierto movimiento en el tapiz que cubría el balcón.

-¿Que hay detrás? -interrogó al punto.

-Además del cierre del balcón, un retrato de Su Majestad de cuerpo entero.

-¿Puedo admirarlo?

-Puede, pero no se lo aconsejo, porque es tan vivo retrato del monarca que acaso su contemplación pudiera dañar la salud de vuestra señoría.

Don Ramiro de Vozmediano se llegó al tapiz, lo descorrió y exclamó:

-¡Santo cielo!

Allí estaba el rey mudo y rígido, como esas figuras que sostienen los candelabros. El teniente corregidor (que no tenía un pelo de tonto) volvió a correr el tapiz, ocultando la turbadora imagen, mientras exclamó con ronco acento:

-¡En verdad que jamás contemplé tan vivo retrato de Su Majestad; ni entre los mejores pintados por don Diego Velázquez!

Y aquí termina nuestra historia, que no es trágica, como otras veces sino que parece una comedia de Moreto o un pícaro veaudeville. También, de vez en cuando la vida nos ofrece sonrisas como ésta.

(Leyendas y Anéctodas del Viejo Madrid)

Foto 1 .- Felipe IV pintado en 1644
Foto 2 .- La Cruz de Puerta Cerrada