jueves, 22 de octubre de 2020

SAN FRANCISCO Y UNA TRADICIÓN

Narra la tradición que San Francisco de Asis estuvo en Madrid, allá por los años de 1212 a 1216, y que esa estancia suya en la villa había quedado un convento conocido por distintos nombres hasta que en 1761, sobre el mismo lugar, comienza la construcción del templo de San Francisco el Grande. El proyecto inicial fue del lego franciscano Francisco Cabezas, rematándolo posterormente Sabatinni y Ventura Rodríguez. Tardó veinticuatro años en acabarse y todavía,  en tiempos muy posteriores, ha venido sufriendo la iglesia numerosas reparaciones. La magnitud de su cúpula es tan solo superada por la de San Pedro en Roma.
La fotografía en blanco y negro del archivo Ruiz Vernacci

Las fotografías en color son propias

lunes, 12 de octubre de 2020

FUENTE PLAZA DE HERRADORES



Fuente Plaza de Herradores
Alfonso Begué. Museo Municipal (Madrid)


 Detrás de la fuente (hoy desaparecida) podemos ver una de las puertas del Café de Platerías, que tenía su entrada principal por la Calle Mayor. Este café había abierto allá por la década de los años cuarenta del siglo XIX, cuando la casa que hoy ocupa el número 38 de la calle Mayor era otra y se designaba con los números 74 y 76. No es hasta el año 1860, fecha aproximada de edificación de la finca que hoy podemos contemplar, cuando el café restaurado abre también puerta a la plaza de Herradores, número 1, agrandando su espacio.

El café de Platerías fue uno de los negocios del ramo que más tiempo se mantuvo abierto en Madrid. Sus más de cien años de vida recogieron conciertos de piano del entonces famoso pianista Miralles, acumularon tertulias, vieron pasar a incipientes escritores, a periodistas renombrados y fue uno de los más “llorados” cuando el día 30 de noviembre de 1946, cerró sus puertas definitivamente para convertirse, entonces, en un almacén de paños.

A pesar de estar a pocos minutos de distancia de la Puerta del Sol, el de Platerías era considerado un café de barrio. Acogedor y simpático, su parroquia se componía de funcionarios, enamorados y cordiales tertulianos, abundando en él los liberales, los progresistas y los republicanos. También tuvo trabajando en sus dependencias a un joven mozo de café que daría mucho que hablar en la prensa de finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo XIX; sus inmejorables notas en bachillerato y en la carrera de Derecho que luego cursaría, cuajadas de notables y sobresalientes, mereció la admiración de todos, pero nadie reflejó nunca el nombre de aquel aprovechado mozo en los papeles.

Mucho se conspiró en el café de Platerías antes y después de que “La Gloriosa” (1868) destronara a la reina Isabel II. Sobre sus mesas de mármol se aliaban contra la monarquía Juan Prim Prats y Práxedes Mateo Sagasta, también Nicolás Salmerón Alonso en su época de estudiante y Manuel Villacampa del Castillo, militar progresista que en año 1886 intentó una fallida sublevación republicana.

También en este café esperaba José Isidro Osorio Silva-Bazán, el duque de Sesto, a que Alfonso XII terminara sus entrevistas amorosas con la cantante lírica Elena Sanz, vecina del barrio.

Fuente: Antiguos cafés de Madrid

domingo, 11 de octubre de 2020

LAS REALES CABALLERIZAS

Las Caballerizas del Palacio Real fueron encargadas a Francisco Sabatini por Carlos III y se encontraban entre la calle de Bailén y la Cuesta de San Vicente, donde hoy se encuentran los Jardines de Sabatini. Se dice que estaban construidas en piedra berroqueña, tenían patios interiores con fuentes de agua potable y una capilla dedicada a San Antonio Abad. Se les supone una capacidad para 179 carruajes y 500 caballerías. Con el advenimiento de la República, el Gobierno ordenó la incautación de diferentes bienes pertenecientes a la Familia Real, entre ellos las Caballerizas Reales, cediendo este espacio al Ayuntamiento de Madrid para poder levantar un parque público. Las Caballerizas fueron derribadas en 1932 para construir los Jardines de Sabatini.

Descripción hecha por Mesonero Romanos:

" Se levantó frontero a la Puerta de San Vicente el inmediato edificio de las Caballerizas Reales, otra de las colosales obras de aquella época (la de Carlos III), en cuya asombrosa superficie ( que por la bajada de San Vicente presenta una línea de 760 pies) hay además de suntuosos patios, interminables galerias o cuadras, capaces de contener con toda comodidad quinientos caballos, el magnífico guardarnés, espléndidas cocheras y otras mil dependencias, además de las habitaciones correspon- dientes para la multitud de empleados hasta el número de 486 "

"El Antiguo Madrid de Mesonero Romanos, facsimil de 1976"

sábado, 10 de octubre de 2020

LA CASA DEL PECADO MORTAL

La Casa del Pecado Mortal estuvo situada en la desaparecida Calle del Rosal, tenía escaso valor arquitectónico, pero dejó imborrable huella en la literatura y en la leyenda. Era propiedad de la Real Congregación de Esclavos de Nuestra Señora de la Esperanza y del Zelo en la Salvación de las Almas, fundada en 1730, de gran raigambre madrileña, especialmente por su ronda nocturna, conocida como “del Pecado Mortal”. En ella, los hermanos recorrían las calles, cantando saetas con intención religiosa, pidiendo “para decir misas y hacer bien por las almas que están en pecado mortal.La finca la había heredado la congregación de la marquesa de Villagarcía. Tenía cuatro vanos en cada piso de su fachada y estaba destinada a recogimiento de mujeres de vida equivoca. La cofradía pasó al convento de la Encarnación cuando, en 1925, fue derribada la casa y cobrado por ello una indemnización de 62.000 pesetas La muy breve calle del Rosal iba desde la de la Parada da la de Isabel la Católica. Una superposición de planos nos permite ubicar la casa, de la que estábamos hablando, aproximadamente, parte en la acera de la Gran Vía y parte en el vestíbulo del que fuese cine Pompeya. Pedro de Répide, Cronista de la Villa, dice de este inmueble: “Sólo hay tres casas en la calle del Rosal y sólo una tiene entrada en esta calle. Es la casa que siempre está cerrada: es la Casa del Pecado Mortal. Sus cuatro ventanas primeras están siempre cerradas con fuertes persianas. Sus cuatro ventanas segundas, con tupidas celosías; abajo, a la izquierda del muro, hay una ranura que sirve de buzón. Por allí se arrojan los memoriales de quinees precisan de la Institución”. Se refiere después a “los pecados del amor” que llevaron ahí a tantas mujeres a sus escondidas ansias, a los secretos de la casona que, a veces, servía para pecar de un modo discreto y “lo más honestamente posible”, Según terminaba Répide en su comentario

Texro la Libreria, fotografía Museo Municipal