En el Siglo VI, San Benedicto, convencido de que los monjes de su monasterio únicamente serían capaces de llevar a cabo los trabajos encomendados para servir a Dios si el día estaba convenientemente organizado, llegó a ordenar a sus monjes que construyeran relojes de pared con el fin de poder contar las horas y guardarles así en sus deberes. San Benedícto adoptó el horario romano e implantando una norma, en virtud de la cual, a ciertas horas se exigía a los monjes que trabajaran, se entregaran a la oración o cesaran en sus actividades para comer o descansar. Todo esto formaba parte de la rutina diaria. Respecto a las divisiones horarias, la sexta correspondía al mediodía y en los monasterios benedictinos era la hora de recogerse para descansar, lo que habitualmente incluía una breve cabezada, o en otras palabras una siesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario