viernes, 5 de julio de 2019

AQUELLOS TEATROS DEL SIGLO DE ORO

  De  antiguo le viene a la Villa y Corte la afición por el teatro. En loa albores del Siglo de Oro y a lo largo de los siguientes el teatro constituye en la capital no solo un espectáculo divertido, grato e interesante sino todo un espectáculo político, social y cultural de gran envergadura. 



  Hasta su cerramiento definitivo, hecho que ocurrió más adelante, los teatros eran locales al aire libre. Los ya famosos " corrales de comedias ", eran en realidad patios rectangulares entre las casas, donde el escenario se protegía con la pared de una de ellas y las demás servían de acomodo a los espectadores. Los más célebres y frecuentados de la corte fueron el del Príncipe ( teatro Español hoy ) y el de la Pacheca, a pocas manzanas, llamado así por el nombre de su propietaria, Isabel Pacheco. Hubo algún otro, cuya recaudación iba generalmente destinada al auxilio de cofradías y hermandades que regentaban hospitales, como el de Antón Martín, o de las Bubas, el de la Cruz  rl de Burguillos. El auge del teatro dio lugar al uso de una complicada terminología, entre la técnica, entre técnica y castia, para designar espacios, funciones, personas, algo difícil de entender por los no iniciados.

"CAZUELA", se llamaba a la zona ocupada únicamente por mujeres  debajo de ella estaba la "LA ALOJERÍA " o despacho de bebida.

" REJAS" , " APOSENTOS " y "DESVANES" eran cuartos destinados a observar las representaciones sin ser visto, alquilándose todo el conjunto y no por billetes o entradas.

"EL DEGOLLADERO"  para las localidades de patio.

"LAS LUNETAS", que eran bancos corridos.
" LOS MOSQUETEROS", eran los espectadores.  más habituales y exigentes que solían moverse de un lado para otro del patio durante las representaciones, dando muestras sonoras de aprobación o de reproche, según los casos. Estos mosqueteros, a la manera de un ligero antecedente de la " claque ", eran temidos por los actores y empresarios que en multitud de ocasiones intentaban pactar con ellos para salvar una obra del fracaso y no lo consiguieron en  ninguna.
" EL APRETADOR " Con el fin de que el aforo fuese mayor y, en consecuencia, más alta la recaudación, cuando los espectadores estaban colocados o colocándose, a punto de iniciarse la función, aparecía  este personaje, que siempre conseguía un hueco más, a base de estrujar a los presentes, de suerte que si antes la fila fue de diez ahora cabrían  en ella catorce o quince.
" EL AUTOR " no era quien escribía la comedia sino rl director de la compañía. Al verdadero artífice de la obra solía designársele casi despectivamente como poeta y en todo caso, cuando, cabía un determinado respeto a su figura, se anunciaba públicamente que el argumento de la o ra programada se debía a "ingenio de esta corte".
A uno de los "aposentos" del corral de comedias, el decorado con lujosos tapices y sillones de ricas sedas, acudía con bastante frecuencia el rey Felipe IV. Es un enamorado del teatro, aunque la auténtica razón de estas visitas secretas ( que todo el mundo conoce )no es su pasión por el teatro, ni por la obra que se representa, sino por la actriz de moda, María Calderón, cómica de belleza singular a la que el "todo Madrid" de la época llama familiarmente la Calderona. Todos menos el rey, que llega a tener un hijo de ella. Felipe IV no se recata en protegerle. Un día este hijo bastardo, Juan José de Austria, llegará a ser general de los ejércitos de España.



Historia de la Villa de Madrid de José Antonio Vizcaíno

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