La de Botoneras era una calle eminentemente gremial. Durante bastantes años los botones tuvieron su importancia. Los había de plata, de oro, de hueso, de marfil, todos ellos fecuentemente historiados, que requieren para su fabricación y colocación en las prendas las manos hábiles de un artesano y mejor, si podía, las de una artesana. Aquí se estableció el primer taller de la especialidad y después lo hicieron otros varios. Las botoneras tenían fama de ser jóvenes y bellas, según el decir de los cronistas de la época; circunstancias que hacían que los talleres sólo fueran visitados habitualmente por señoras; sin embargo, más de una vez apareció por ello algún marido. Lo que motivo que surgieran desavenencias y hostilidades conyugales.
Ya tenemos a casi todos los personajes de nuestro relato; los que faltan son: Felipe IV – otra vez metido en un lío de faldas -, su esposa y una figura que motiva la acción, la amante del rey, es decir, la actriz María Calderón, conocida popularmente como la Calderona.
Comienza la trama. Se va a celebrar una gran fiesta en la Plaza Mayor, (¿Cuál ? ¡ Que difícil es recordarlo entre tantas que allí tuvieron lugar !) A la reina se le había olvidado invitar a la Calderona.
La amante se queja al soberano y éste calla, pero coloca un rictus en sus sobresalientes labios. Y llega el día de la fiesta. Allí, como siempre, se halla el “todo Madrid”, con un lleno “hasta la bandera”, que “no es grano de de anís”, pues el aforo de la Plaza es para 50.000 espectadores. Los monarcas ya están sentados en el balcón principal de la Casa de la Panadería. Ella lanza una mirada triunfadora a su alrededor, pero al llegar al muro de enfrente, sus ojos se quedan absortos: en un balcón bajo, que hasta entonces no existía, se halla, con una fascinadora sonrisa en su semblante, la amante real. A partir de este momento apenas la reina contempla el espectáculo. Al llegar a Palacio, logra dominarse para no hacer ningún reproche a su consorte. Además del disgusto la domina una enorme curiosidad ¿ como se ha construido el balcón y cuando ? Al día siguiente se propone aclarar el misterio y, para ello, se dirige hacia el lugar que en la noche anterior a la fiesta una cuadrilla, por mandato real, ha construído el inoportuno balcón. La reina se enfadó con el rey, quién al enterarse de cuál había sido la fuente de información privó a las botoneras de la autorización para realizar su tarea laboral. Pasó algún tiempo y las artesanas recurrieron a la reina, quien consiguió para ellas el perdón de Felipe IV.
Historia de Madrid de Federico Bravo Morata
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