miércoles, 10 de octubre de 2018

EL AYUNTAMIENTO Y LOS VECINOS

Estamos a principios del siglo XVIII, la Casa de Borbon está sentada en el trono de España.
Los madrileños ya saben que aquello de arrojar inmundicias a la calle está prohibido, otro día de los tantos éstos han de escuchar al pregonero, entre toques de tambor, de campana o de trompeta que en nombre del señor corregidor " se ordena pongan faroles en las puertas de las casas para alumbrar desde la hora de la puesta hasta la de la salida del sol " Los vecinos protestan y preguntan al señor corregidor con todo respeto y miramiento si también ha de depender de ellos la ejecución y el coste del alumbrado público. Ya tenemos un nuevo pleito entre la autoridad y el pueblo, (ya la tenemos liada, y es que somos contestarios, insumisos, inconformistas, etc.). El corregidor que no es otro que el marqués de Vadillo les contesta a los vecinos que los faroles deberán estar separados entre sí como unos cien metros, superficie que abarca cuando menos dos o tres casas, por lo que será preciso prorratear el costo de cada farol entre el mismo número de propietarios.
Y a su vez les pregunta si acaso es excesivo el precio de un farol por cada dos o tres vecinos para garantizar la seguridad urbana. De siempre ha sido conocida la peligrosidad de las noches madrileñas. Nocturnidad, no exenta de alevosía, resulta recurso indispensable en un sinfín de comedias.
Los ayuntamientos siempre igual, menos mal que en aquella época, no había redes sociales. 😉

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