El 25 de abril de 1913, una joven entró en el Círculo de Bellas Artes, situado entonces en el edificio de la Equitativa, en la calle Alcalá de Madrid, cerca de la calle Sevilla. No estaba permitida la entrada de mujeres, pero la mujer no se detuvo y avanzó resuelta hasta la caja. Llevaba una ficha del Casino, de 5.000 pesetas (30 euros), una auténtica fortuna para la época. Con ellos se podrían comprar cien mil ejemplares de ABC, que valía entonces 5 céntimos. El cajero le informó de que no podía estar ahí y que solo los socios podían cambiar fichas. El botones, Antoñito, acompañó a María Luisa, que así se llamaba la joven, hasta la puerta, donde la vio hablar con un hombre de poco más de cuarenta años, alto, con bigote y con aspecto de «chulo»
Rodrigo García Jalón tenía cincuenta años, era viudo y una considerable fortuna le permitía vivir despreocupadamente y dedicarse al juego y las mujeres, sus dos grandes pasiones. Vivía en la calle Divino Pastor con uno de sus dos hijos y un ama de llaves. El 24 de abril acudió también al Círculo de Bellas Artes, pero para comprar una ficha de 5.000 pesetas. No quería llevar tanto dinero encima.
Jalón había conocido a una joven de la que se prendó, tanto que ofreció su casa para acogerla a ella y a sus hermanos. Ese 24 de abril se encontraron Jalón y María Luisa en la casa de esta. Pretendía el primero afianzar la relación. Se sentó en una mesa enfrente de su amada. De repente un fuerte golpe en la cabeza le dejó seco. Nunca sabría qué le llevó a la muerte.
Manuel Sánchez López era un capitán en la reserva, que tenía vivienda en la Escuela de la Guerra, padre de María Luisa y otros tres chavales. Amante y proxeneta de su hija, el juego le había arruinado y siempre estaba falto de dinero. Cuando asesinó a Rodrigo García Jalón de un fuerte martillazo, buscaba dinero y, tal vez, deshacerse de quien quería alejarle de su hija, amante y principal fuente de ingresos de la familia. Cuando le registró no encontró apenas objetos de valor: 100 pesetas, un reloj y la ficha del casino de Bellas Artes.
Los periódicos de la época convirtieron el caso en un verdadero serial. En pocos días el cerco en torno al padre y la hija se fue cerrando. La policía registró el alcantarillado cercano a la vivienda de la Escuela de la Guerra y encontraron restos óseos. En un hueco hallaron más. Jalón había sido descuartizado. Las vísceras fueron arrojadas por el retrete, la cabeza y algunas partes fueron hervidas y los huesos arrojados a un hueco en la vivienda.
Con todo lo sórdido del crimen, hubo quien pidió el indulto del capitán, aludiendo a sus servicios pasados en la guerra de Cuba y a sus hijos, que quedarían solos en el mundo. Pero el juicio fue rápido y las pruebas apabullantes llevaron a una condena a muerte para el capitán, que defendió hasta el final su inocencia, y de veinte años para su hija. Sánchez pidió poder mandar personalmente el pelotón de fusilamiento que le ajustició, pero su petición no fue atendida. La mañana del 3 de noviembre de 1913, dos tiros en la cabeza y tres en el corazón acabaron con su vida. Su hija, recluida en un psiquiátrico, falleció doce años después.
Fuente ABC
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