Un día de diciembre de 1916 un señor correctamente vestido pidió ser recibido por el director general de Seguridad. Los funcionarios de la secretaría le invitaron a identificarse y el visitante dijo ser Ramon de los Santos Marracci, de profesión odontólogo. Instado a explicar la causa de su visita, se negó, aclarando que se trataba de un asunto "muy personal, muy urgente y gravísimo". El director general de Seguridad le recibió bastante intrigado con la extraña visita, y cuando el desconocido se halló ante la primera autoridad policial le dijo sin ambages:
- Vengo a entregarme;a la vez vengo a denunciar a mi esposa. Entre ella y yo asesinamos hace tiempo a don Dionisio Campios Alegre.
El director preguntó:
-¿Quién era el señor Campos Alegre?
- Era el esposo de mi esposa.
Puede calcularse el asombro del primer policía del país al escuchar aquello.
-Cuando mi actual esposa era la esposa de Dionisio, ella y yo nos pusimos de acuerdo para asesinarle, a fin de que, ya viuda, pudiéramos contraer ella y yo contraer matrimonio normalmente.
El director general de Seguridad ordenó la diligencia de denuncia propia y el pase al juez del visitante, convertido ya en detenido. También se ordenó la detención de la esposa de la víctima y del asesino. Cuando ambos estuvieron en presencia del juez, Ramón de los Santos de ratificó en lo dicho en la Dirección General de Seguridad, y su esposa, María de los Angeles Mancisidor, también. No hubo la menor violenciaentre ellos: los dos habían estado de acuerdo en denunciarse a si mismo, a pesar de los varios hijos del matrimonio y de las durísimas penas que, estaban seguros, les esperaban.
El revuelo que aquel asunto formó en la prensa madrileña fue enorme. Se ordena desenterrar el cadaver de Dionisio Campos para practicar un reconocimiento, aunque en realidad era innecesario, ya que María de los Angeles y Ramón no solo se denunciaron a si mismos, sino que dieron toda clase de detalles acerca de cómo habían asesinado a Dionisio.
Había sido ella, mujer de rostro atractivo y dulce, quien pidió a Ramón un veneno activo "para acabar con aquella situación". Ramón suministró a María e los Angeles un paquetito conteniendo arsénico
abundante. María de los Angeles echó ocho gramos de arsénico en un vaso de leche que dio a su marido. Luego, el luto, el tiempo, el olvido y la nueva boda, pero no contaron con DOÑA CONCIENCIA.
Para saber mas:
Hemeroteca ABC de 10/10/1917 pag. 12 y siguientes
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