Carlos III había creado el Banco de San Carlos para descontar los pagarés que eran emitidos por el propio Estado. Un escándalo financiero, con acusaciones de fraude dieron al traste con la entidad, siendo sustituida en 1829 por el Banco de San Fernando.
En 1844 por inspiración del marqués de Salamanca, se funda el Banco de Isabel II, que, fusionado en 1856 con el de San Fernando, da lugar al Banco de España, autorizado para emitir papel moneda, privilegio que compartió con diecinueve entidades situadas en las principales ciudades españolas, hasta que en 1874 le fue otorgado con carácter exclusivo, siendo ministro de Hacienda José Echegaray, matemático, ingeniero de caminos y prolífico autor de dramas en verso que le valieron el Premio Nobel de literatura.
Las monedas tenían un valor real intrínsico, según su peso en oro y plata, de manera que el papel moneda podía ser canjeado en el banco por monedas de igual valor, de ahí la fórmula mantenida hasta mediados del siglo XX, "El Banco de España, pagará al portador la cantidad de..."
Reinando Isabel II comienzan los trabajos para la racionalización del sistema monetario en base a la peseta ( cuyo nombre proviene según parece de unas acuñaciones catalanas de fracciones del peso), formalmente implantado por el Gobierno revolucionario de 1868.
El "peso duro" valía cinco pesetas y el "real" la cuarta parte de una peseta. Se establecieron monedas fraccionarias de diez y cinco céntimos en cobre, con la efigie de un león, y ahí salió el gracejo madrileño que las motejaron como "perra grande y perra chica."
Así somos.
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