martes, 28 de marzo de 2017

AQUELLAS NOCHES SEGURAS.

Madrid ofrece en el principio de los años cincuenta, una situación muy favorable en los que respecta a la seguridad de sus habitantes. Posiblemente sea Madrid, durante este largo periodo que se incia al final de los años cuarenta y acaba en los primeros setenta, la ciudad más segura de Europa. Las noches madrileñas son una maravilla, pudiéndose pasear por sus calles poco frecuentadas sin temor a sorpresa alguna. Lástima que refresque, al decir del marqués de la Valdivia, presidente de la Diputación Provincial y personaje muy conocido de la vida social, sobre todo durante los festejos taurinos de San Isidro y otros de índole similar. Claro que la frase del marqués no deja de ser una broma divertida, puesto que se refiere especialmente a las tórridas noches del verano, cuando tantos y tantos vecinos angustiados se revuelven insomnes sobre los recalentados lechos y algunos más decididos, se suben a la azotea con el colchón a cuestas.


(Fotografía del blog 20 minutos.es)

Que las noches de la capital de España sean tan seguras se le debe en buena medida al cuerpo de serenos. Esos mocetones, asturianos en su mayoría, tocados con una vieja gorra de visera, enfundados en un guardapolvo de color indefinido y sin más ayuda que el chuzo con cuyo golpeteo responden a los requerimientos del vecindario y el pito o silbato para el caso ( improbable caso ) de que deban pedir auxilio a un compañero. " ¡ Sereno! ", grita el vecino retrasado, al que han dado las tantas en la calle y no lleva encima la llave del portal porque ésta además suele ser grande y pesada. "¡ Vaaa! ", se oye al instante. Y el trasnochador se tranquiliza, pues desde que hizo el llamamiento hasta que el sereno aparece ante sus ojos extrayendo el manojo de llaves de la faltriquera no ha cesado de escuchar los golpetazos del chuzo a intervalos regulares.


"Ay, sereno, serenito
de la calle de Amaniel
abra pronto el portalito
para refugiarme en él..."

Otras veces se les llama con palmadas, una, dos, tres, que resuenan profundas, delatoras en el silencio de la noche.


(Fotografía extraida de el rastro.com)(botones guardia municipal)

Durante el día son los guardias municipales. Ya no marchan en pareja, como los antiguos guindillas o los que para hacer mutis por el foro decían que se iban a dar una vuelta a la manzana en La verbena de la Paloma. Ahora es un guardia de distrito el que con una libreta en la mano y un lápiz haciéndole equilibrios sobre la oreja recorre despaciosamente las calles. Es la autoridad, claro, y tan imbuido está de ese papel que mete las narices en todo. Pero se lleva bien con los vecinos, especialmente con los comerciantes e industriales. también están los guardias de circulación, que se juegan el físico entre la barahunda de automóviles sin mover una pestaña. Pronto se observa que tal actitud gallarda es básica para su elección. Sus movimientos de ritual parecen mecánicos, como movidos por un resorte.

En otro momento veremos aquellos otros vestidos de gris.


(Los datos en la fotografía)



Para saber más:


Historia de Historia de la Villa de Madrid de José Antonio Vizcaino

Historia de Madrid de Federico Bravo Morata








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