El periódico de Madrid Nuevo Mundo publicaba el 9 de junio de 1933 la crónica de José Montero Alonso sobre el horroroso crimen de la joven Hildegart Rodríguez, a los 18 años, asesinada al alba una semana antes por su madre Aurora Rodríguez Carballeira que le mete cuatro balazos a su hija mientras dormía.
Tres en la cabeza y uno en el corazón.El asesinato de Hildegart Rodríguez ocurrió en su casa, en la esquina de la madrileña calle Galileo con Fernández de los Ríos. La víctima fue bautizada como Hildegart Leocadia Georgina Hermenegilda Maria del Pilar Rodríguez Carballeira (1914-1933).
No es un asesinato cualquiera, es un escándalo que conmociona a la España efervescente de la II República.
En el nombre que había puesto a su hija estaba, tal vez, la clave: Hildegart, que en alemán significa ‘jardín de sabiduría’. tenía esto calculado y todo lo demás. Por esta razón, le robó la infancia y le dio, a cambio, una mente cultivada hasta el extremo. A los tres años, Hildegart sabía leer. A los 10 hablaba inglés, francés y alemán; a los 13 terminó el Bachillerato; a los 14 ingresó en las Juventudes del Partido Socialista; a los 17 se licenció en Derecho y empezó Medicina.
Para Aurora, Hildegart más que una hija fue un proyecto. La engendró, la educó, la instruyó y la custodió con el firme y único propósito de crear a la mujer perfecta
No era muy agraciada físicamente, pero asombraba a toda la sociedad del momento por su capacidad de tratar con total naturalidad y con gran inteligencia temas tabúes como la prostitución, la liberación de la mujer , la anticoncepción y la esterilización de los débiles , siguiendo las enseñanzas eugenésicas que le había transmitido su madre.
Hildegart, al cumplir los 18 años, manifiesta ya su deseo de independizarse de su madre , de alejarse de ella para respirar en libertad. Hildegart escribe “Yo quiero vivir mi vida.Quiero marcharme donde sea, pero sin tenerte constantemente pegada a mi como una sombra, ni escuchar a todas horas recriminiaciones y augurios siniestros, sin que trates de tkorce mi vida, para mejor servir a tus fantásticos anhelos”. La relación entre ambas cada vez es peor, llegando a atacarse mediante artículos de prensa.
Hildegart fue una de las personas más activas de su tiempo en el movimiento por la reforma sexual en la España, y estuvo conectada con la vanguardia europea en ese tema, teniendo correspondencia con Havelock Ellis, de quien era traductora. Al fundarse la Liga Española por la Reforma Sexual presidida por el doctor Gregorio Marañón es escogida secretaria sin vacilaciones.
Publicó múltiples textos, entre ellos la monografía La Revolución Sexual que vendió 8.000 ejemplares, sólo en Madrid, en la primera semana tras su publicación. Mantuvo una extensa correspondencia con personalidades europeas de la época, entre ellas con H. G. Wells, a quien acompañó extensamente cuando visitó Madrid y cuya pretensión de llevarla a Londres como secretaria, además de con la intención de que se separase de su madre y desarrollase su potencial, dio lugar a las paranoicas conspiraciones que Aurora veía a su alrededor.
Aurora Rodríguez Carballeira, a las ocho de la mañana, en el piso que ambas compartían en la calle de Galileo, 57, cuarto, descerrajó cuatro tiros a su hija, con la misma frialdad con que la había engendrado y había hecho de ella “un adalid del progreso”. Antes de cometer el crimen, Aurora mandó a la sirvienta, Julia García Sanz, a que sacara a dos perros a pasear. Tras el crimen -y sin esperar a la criada- doña Aurora salió a la calle, no sin antes pedirle fríamente a la portera que buscara a la pobre Julia que fue la que se encontró con el cuerpo acribillado de su señorita, dicho sea con todos los respetos para la pobre Hildegart. Doña Aurora se fue tranquilamente a casa del diputado señor Botella Asensi, quien le recomendó que se presentara a las autoridades.
No es un asesinato cualquiera, es un escándalo que conmociona a la España efervescente de la II República.
La madre probó el arma en la azotea
La que se armó en el bloque de viviendas no es para contado. La criada, histérica, dando voces en la escalera, los perros ladrando, la portera puntualizando detalles de Aurora, los periodistas enloquecidos con la noticia… Por los vecinos sabemos que unos días antes doña Aurora subió a la azotea de la casa armada de una pistola con la que hizo un disparo al aire y después de comprobar que el arma funcionaba bien se retiró a sus habitaciones.
Un año después, en mayo de 1934, se celebró el juicio por parricidio en Madrid. Allí doña Aurora se declaró anarquista integral y dijo que para salvar a la Humanidad era necesario concebir y criar a un hijo desde el primer momento con estos ideales amén de otros discursos que tenían apabullados a los asistentes. Por cierto, la práctica de la prueba pericial corrió a cargo de los doctores Vallejo Nájera y Piga, propuestos por el fiscal, y Sacristán y Prados, por la defensa. Cuatro eminencias.
Los golpes de efecto se sucedieron y el público asistía a las sesiones entre atónito y divertido. El más llamativo fue cuando el abogado defensor, López Lucas, dijo que, según sus noticias, se encontraba, entre los curiosos, el padre de Hildegart. El revuelo fue enorme mientras doña Aurora gritaba, como una posesa, “el padre de la Hildegart está muerto para ella”. “Muerto para ella”.
El 26 de mayo se cerró la vista de la causa y Aurora Rodríguez fue condenada a veintiséis años, ocho meses y un día de reclusión mayor. Dos años después, sale proclamado el Frente Popular se abrieron las cárceles, estalló la guerra y se perdió su rastro.
Fuente: Mundo Gráfico
ABC
Historia de Madrid de Federico Bravo Morata
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