lunes, 23 de enero de 2017

CALLE DE FUENCARRAL 109

Alrededor de las dos y media de la madrugada del día 2 de julio de 1888, se oyeron unos gritos escalofriantes que provenían del piso 2º izquierda del nº 109 de la calle de Fuencarral.
Al mismo tiempo, salía por uno de los cinco balcones de la fachada del edificio, un humo denso y negruzco, con un olor a petróleo y carne quemada tan intenso que alertó a los vecinos. El humo aún era apreciable cuando se personó el Juez y al acceder a la vivienda, se descubrió, en la alcoba principal, el cuerpo sin vida de una mujer. Estaba tumbada en el suelo, al pie de la cama, boca arriba y presentaba quemaduras en la mayor parte de su anatomía. Pese a los daños que produjo el fuego en el cuerpo, se podía distinguir que, junto al pecho izquierdo, había manchas de sangre; indicios claros de apuñalamiento. En la habitación contigua yacían en el suelo, teóricamente narcotizados, un bulldog y la criada, Higinia Balaguer, que aparecía con la falda subida hasta la cintura.


El crimen no habría pasado de noticia estrella de la crónica de sucesos si no fuera porque fue pionero en el género e implicó a nombres ilustres de la sociedad madrileña. Lo que hace al crimen relevante para la historia es el gran debate que generó en la opinión pública, siendo piedra fundacional del periodismo de sucesos. También fue el primer juicio con Acción Popular y la ejecución con garrote vil de Higinia Balaguer fue la última que se hizo de manera pública en España.

Quién era la criada?
Higinia Balaguer Ostalé, tenía 28 años y era natural de Ainzón, un pueblo de la provincia de Zaragoza. Era alta, desgarbada, de pelo y ojos negros. No resultaba del todo fea vista de frente, pero de perfil y dado que tenía un ligero prognatismo en la barbilla, su físico era más bien desagradable.


HIGINIA BALAGUER

Llegó muy joven a Madrid, buscando una vida mejor donde conoció a un hombre mucho mayor que ella, apodado “El cojo Mayoral”, se fueron a vivir juntos y tomaron en arriendo un quiosco de aguadores, frente a la cárcel Modelo, uno de esos quioscos, donde se despachaba agua fresca y aguardiente, tal y como recuerda la famosa zarzuela “Agua, azucarillos y aguardiente” del maestro Chueca. Donde estaba preso José Vazquez Varela “El pollo Varela”, hijo de doña Luciana y visitante habitual del presidio. En esta ocasión estaba dentro por haber robado una capa en el Café Mazzantini, aunque en otra anterior había ingresado por agredir a su madre.

El director de la cárcel era José Millán Astray (padre del fundador de la Legión) Higinia conocía pues tanto a Millán Astray como al “Pollo Varela” (hijo de la difunta ) .


y cuando murió “El cojo Mayoral”, pasó a servir en casa del director de la Modelo. Seis días antes del crimen, Luciana Borcino pasó a ser su patrona. Higinia, que a la postre sería condenada y ejecutada.



llevaba sólo seis días trabajando para doña Luciana, que tenía fama de ser una mujer insoportable.


Pérez Galdós siguó de cerca el proceso y escribió un libro.


DON BENITO TOMANDO APUNTES


La cosa se complica porque Higinia había trabajado sirviendo en casa del director de La Modelo, José Millan Astray, y en el transcurso del juicio y en una de las veinte veces que cambió su declaración acusó a El Pollo Varela y a unos amigos del crimen, y a Millán Astray de haber facilitado la salida de la cárcel para cometer el asesinato y robar a Luciana, a quien apodaban “La Billetes”: “El señorito mató a su madre y el Sr. Millán lo planeó. Yo iba a ser pagada generosamente por dejarle entrar en la casa” declaró Higinia ante el juez. La versión podría no haber sido verosímil de no ser porque numerosos testigos declararon haberse topado con el hijo de Luciana ese día y hasta uno haber tenido una reyerta con el pendenciero joven. También una amiga de Higinia, “La Dolores”, se vio implicada por haberle ayudado a robar el dinero y las joyas de la casa.


La prensa no paraba de vender papel ante los vaivenes del juicio y el 8 de agosto se reunieron más de 35 directores de periódico de Madrid y elegieron a Francisco Silvela como representante para ejercer la acción popular, aunque finalmente fue Joaquín Ruiz Jimenez, director de La Regencia, el encargado.

Durante el proceso se requirió a 615 testigos, lo que da idea de la implicación popular de un Madrid entonces no tan inabarcable. Finalmente Higinia fua encontrada culpable y Dolores fue condenada a dieciocho años por cómplice, pero muchos madrileños no encontraron la versión de que fueran las únicas implicadas verosímil y se produjeron apedreamientos del Ministerio de Justicia y diversos episodios de alteración del orden público. El Consejo de Ministros, con Antonio Cánovas a la cabeza, hubo de declinar una petición de indulto y hasta persuadir a la Reina Regente María Cristina de que debía reprimir su impulso de ejercer su derecho de Gracia.


Los aledaños de la Modelo estaban llenos de madrileños el día de la ejecución de Higinia. Hasta 20.000, según dio noticia La Vanguardia en la época. Casi nadie creía que “El Pollo”, Astray y sus compinches no hubieran estado en el ajo. Los 14000 duros y las alhajas que desaparecieron del segundo izquierda, escenario del crimen, nunca han aparecido y Eugenio Montero Ríos, presidente del tribunal, tuvo que dimitir en medio del proceso por sus vinculaciones con Millán Astray.





Fuente: Historia de Madrid de Federico Bravo Morata



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