En la primavera de 1913 se produce un nuevo atentado contra el rey Alfonso XIII en las calles de Madrid. Ahora es en la calle de Alcalá, por donde el rey pasa a caballo algo destacado de las tropas que le siguen, poco después de haber asistido a los actos militares organizados con motivo de la jura de bandera. De repente un hombre sale de la multitud congregada en la acera y avanza hacia el rey. Este hace un ademán como para detener el caballo, pero de pronto el hombre, que llevaba un papel en la mano, saca una pistola y dispara. Alfonso XIII, que ya tenía las manos en las riendas y la mirada fija en el individuo, encabrita el caballo y lo lanza a continuación sobre el agresor, derribándole. Se trata de un anarquista llamado Rafael Sancho Alegre, al que capturan las fuerzas de seguridad, aunque todavía haya tenido tiempo, caído en tierra como estaba, de realizar un último disparo que hiere a un agente de la policía.
Pocos meses después, en julio de 1913, se realiza el juicio, en el cual, fue condenado a muerte, zaunque en septiembre de aquel año fue indultado por el rey y, la condena conmutada por la de cadena perpetua.
A los pocos días, se hizo pública la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid, en la que se le reconocía culpable de un delito frustrado de regicidio, con las agravantes específicas de "premeditación conocida y alevosía", sin que durante el sumario ni en el juicio, demostrase tener perturbadas sus facultades mentales, por lo que el tribunal no estimó causa alguna de exención o atenuación de la pena.
Durante el juicio, alegó que había actuado así, porque el rey era culpable de la guerra africana y de los fusilamientos de 1909.
Al proclamarse la Segunda República, consiguió la libertad bajo fianza, estableciéndose en Tarrasa (Barcelona) otros aseguran que, tras huir al final de la guerra civil, cuando se le calculaban unos 70 años de edad muriendo poco después en Marsella.
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