D. JUAN DE TASSIS Y PERALTA: Lisboa 1582- 21 de Agosto de 1622
Un personaje legendario de aquel Madrid del Siglo de Oro, quizá más famoso aún por su muerte que por vida. Fue el Conde de Villamediana, Don Juan de Tassis y Peralta
hizo honor a su nombre, comportándose durante su existencia como un verdadera “don Juan”. Noble, rico, vivaz e ingenioso y poseedor de una apostura que arrobaba a las damas. ¿ Podía pedirse más?. Si el lo pedia pedía guerra. Compuso notables versos, en su mayoría satíricos, pero en una situación como la suya, rodeada por los grandes “ingenios” del momento, el ingenio del Conde de Villamediana no pudo pasar a mayores, recortado además por el rencor que sus insidiosas composiciones poéticas producían producían en determinados personajes.
Al Alguacil Vergel, por ejemplo, le dedicó esta donosa burla:
“Que galán entró Vergel
Con cintillo de diamantes
Diamantes que fueron antes
De amantes de su mujer”
Fama tenía Vergel de ser cornudo, aunque no por supuesto apaleado.
Se comentó que Villamediana habia intentado seducir a la Reina, primera esposa de Felipe IV, Doña Isabel de Borbón. El rumor coge fuerza, el conde de Villamediana está enamorado de la Reina, tanto y tan perdidamente que no le importa demostrarlo en público, y entonces sobreviene la funesta ocasión:
En una corrida de toros que se organizan en la Plaza Mayor aparece Villamediana entre otros, jinete sobre su montura, gallardo caballero en plaza luciendo un traje valioso sobre el cual se ha bordado la divisa “son mis amores”. Debajo, también bordadas, unas nuevas monedas de plata que se llaman “reales”. La alusión es terminante y clara, y no sólo para los iniciados en estos sutiles juegos amorosos de la corte : Villamediana ha proclamado su pasión a los cuatro vientos.
En unos de esos atardeceres veraniegos de Madrid, cuando el conde y su acompañante don Luis de Haro descendían de un carruaje en plena calle Mayor, casi en la esquina de la Puerta del Sol, un sujeto salido de cualquiera sabe dónde se abalanzó sobre él y le acuchilló
Un bello cuadro que se conserva en el Museo de Historia, obra de Manuel Castellano,
representa el momento en que el cuerpo herido de muerte de Villamediana es depositado en el palacio del Conde Oñate, al fondo, tras el médico que se arrodilla en un intento de auxilio, del sacerdote con el viático y un nutrido grupo de curiosos, asoma la mole del desaparecido templo de San Felipe el Real, con sus gradas repletas de desocupados, imágen habitual y típica que ofrecia aquel lugar conocido como el “mentidero de la Villa”.
“Mentidero de la Villa, no busquéis quién mató al conde, que el matador fue Bellido y el impulso sobrerano”
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